(Arte de Holly Warburton)

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Aunque sólo sea una vez,
rómpete la sien y dime
algo interesante.
Por favor.

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A veces me dan ganas de salir huyendo.

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De repente, de la nada, surge una necesidad enorme, gigantesca, apoteósica, que abarca todo mi ser todas mis entrañas todos mis pensamientos; de salir huyendo, de seguir buscando, de comerme el mundo y empezar a caminar por un sendero cualquiera una mañana cualquiera hacía un sitio cualquiera.

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Me imagino metiendo en mi mochila de montaña unos cuantos calcetines, calzoncillos, camisetas, pantalones, pastillas, crema de sol, cepillo de dientes, dentífrico, jabón, una toalla y un bañador por si me entran ganas de bañarme en un río, una tienda de campaña por si no encuentro un sitio donde dormir, una pequeña bombona, un abrelatas una navaja un poco de felicidad paz amor sabiduría nostalgia de aquellos viajes que hacíamos cuando éramos jóvenes y no había nadie ni nada y la luz del sol brillaba y nosotros nos dejábamos calentar mientras recorríamos el camino hacia algún sitio nuevo y desconocido en medio de un lago de ángeles y respuestas sencillas; y, con todo eso por fin en la mochila, bajaría abajo y me tomaría un café, aunque no suelo tomar café, pero está vez tomaría un café porque me espera un largo camino hacia ninguna parte y me tomaría el café con gusto, sólo, sin leche y sin azúcar, para notar el sabor de los granos triturados y torturados por la máquina que tenemos en casa. Me sentaría en la mesa, tostaría algo de pan y sacaría de la nevera mantequilla y mermelada de fresa y de cereza y de arándanos y unos huevos y jamón de york y un poco de sobras de la cena de ayer y esperaría a que el pan se tostase y entonces lo pondría todo encima y me lo comería a grandes bocados mientras doy pequeños sorbos a la taza de café caliente. Todavía no ha amanecido y todo está oscuro y yo me sentiría extraño me sentiría a punto de cometer un crimen atroz de romper en dos las leyes de la naturaleza el código da vinci en el que se recoge el comportamiento normal del ser humano en el que se dice que nadie debe salir de su caja de metal, en el que recomiendan encerrarse en casa y olvidarse de lo de fuera y ver todas las películas y los videos de youtube y las historias de instagram y los vídeos de tik tok en los que aparecen personas viviendo de forma diferente en un lugar diferente con pensamientos extraños; ver todo eso siendo consciente de que esa no es la realidad, es sólo un sueño fabricado por esa gente para ganar dinero vendiendo una imagen falsa de sí mismos. Pero me temo que el daño ya está hecho y me importa una mierda las redes sociales y la madre que parió al hijo que nació de las entrañas del mundo, yo quiero respirar y sufrir y sangrar y llorar y reír y bailar y me da igual que las redes sociales se bañen en las playas transparentes de Bali porque yo sólo quiero levantarme y mirar con la luz del amanecer el lugar en el que me dormí la noche anterior y no quiero playa ni agua ni yate ni nada, así que cogería mi mochila y como un ladrón que ha terminado su trabajo me iría de casa y daría un beso secreto y silencioso y mental y telepático a mi familia y cerraría la puerta con cuidado pero sin el cuidado suficiente y el perro empezaría a ladrar y yo empezaría a correr hasta llegar a la carretera y entonces cogería el camino y empezaría a andar, sin mirar atrás, esperando que mi perro no haya salido de casa, que mi padre no haya salido de casa, que mi madre siga dormida y que la gente entienda que necesito irme, que me voy porque no puedo más, porque el corazón se me pega a los pulmones y el cerebro se me aplasta contra la almohada, porque los libros ya no me alimentan el alma y lo único que me dicen o lo único que escucho que me dicen es que me vaya, que escape de allí cuanto antes porque cuanto más espere más difícil será cuanto más esperé más me costará decidir más honda será la tumba de mis responsabilidades más duro será cruzar la puerta porque más cosas tendré que dejar atrás. Y en medio de aquel relámpago de fuego, en medio de aquel tormento de espinas, en medio de aquella ráfaga de viento huracanado que agita mis costillas y se cuela haciendo un silbido entre mis articulaciones estoy yo, y sigo aquí, y sigo pensando y durmiendo y riendo y soñando hasta que me quedo sin aliento. Y entonces abro los ojos, me despierto y me doy cuenta de que no voy a dejar de pensar en esta gilipollez hasta que lo haga, hasta que coja mis cosas y me marché de una puta vez.

Daniel Alonso Viña
22.2.21