(Fotografía de Wang Shui)

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Para andar,
antes hay que
romperse las piernas.

Para pensar,
antes hay que
partirse el cráneo.

D

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A veces no me gusto. A veces miro de frente y el reflejo despide hondonadas de odio y desprecio. Yo intento discutir con él, hablar en el lenguaje de los muertos y las viudas sobre aquellos tiempos en los que éramos uno y todo estaba bien y yo estaba perfecto mi mente estaba perfecta y todo estaba perfecto. Pero luego me doy cuenta de que el pasado es a la verdad lo mismo que Trump es a la realidad y reflexiono y cierro los ojos y pienso y me doy cuenta de que el pasado al que me refiero también estaba lleno de dudas y miedos y una inseguridad tormentosa sobre las cuestiones más importantes de la vida sobre mi vida sobre lo que soy y lo que quiero ser sobre la cerveza que me emborracha y me deja tranquilo y feliz y contento por unos instantes, antes de la vuelta a casa, antes del paseo por el barrio oscuro y tenebroso lleno de gitanos que me encantaría que fuesen mis amigos pero a los que con sólo verme se les retuerce el estómago, y yo lo entiendo porque voy vestido con mi camisa y mi flequillo y mis zapatillas caras y mis remilgos de camino a una casa mucho mejor que la que habitan ellos y una vida con muchas más oportunidades que las que tendrán ellos y yo les entiendo y cruzó por delante de sus narices y trato de mirar al suelo, pero no tímido sino más bien esquivo y mi mirada se cruza con la suya y en mi mente se formula una pregunta ¿qué debo hacer con todo esto?¿qué debo hacer con todas estas oportunidades, con esta suerte tan grande que he tenido? me toca escoger lo que quiero hacer con mi vida pero ¿qué quiero hacer con mi vida?¿qué quiero hacer con mi vida? estás cosas no se quieren, se son se sienten se tiene en las entrañas aquello que te apasiona y yo me hacia esta pregunta todas las noches y ahora escribo y seguramente quiera escribir como un delirio como la consecuencia de aquellas noches. Tantas mañanas esperando levantarme de repente con las cosas claras pero despertándome tarde porque hay que ir al instituto y no he hecho los deberes porque me he quedado hasta la madrugada viendo series intentando estudiar y me levanto me ducho me tomo un café voy a clase tomo apuntes sonrío a los profesores contesto preguntas me duermo pienso sobre lo que quiero hacer con mi vida y me doy cuenta de que, otro día más, sigo sin saber exactamente qué es lo que quiere Dios o el espíritu santo o Buda o Yahvé o Satanás o una sensación o un pensamiento preclaro o Mahoma o quién sea, quién sea, por favor, que venga a decirme lo que quiero hacer en mi vida, no puedo tomar esta decisión con la cabeza con el yo mío que soy en este momento no puedo porque razonar es absurdo porque estas cosas no se razonan, no se llega nunca a una conclusión satisfactoria —a menos que este uno completamente majara— haciendo una lista de pros y contras sobre cuál es el mejor camino sobre cuál es el sueño correcto en el que voy a poder esforzarme sin cansancio hasta conseguir algo que merezca la pena, algo como la libertad, esa libertad de la que tanto he oído hablar en internet pero que nadie a mi alrededor parece conocer, esa libertad que llega cuando te pagan por los pensamientos que hay en tu cabeza por las ideas de tu mente mierdosa y con ese dinero vas al supermercado y te compras una pizza y cervezas y llamas a todos tus amigos, en vez mandar un puto mensaje, y les llamas y les dices que vengan que te han pagado que te han pagado! y que eres libre aunque te hayas gastado el dinero de un artículo que te ha llevado un mes en unas cervezas pero ahí está delante tuyo el resultado de tu cabeza de tu cabeza de chorlito siempre estúpida siempre olvidadiza siempre amarga siempre ansiosa y deprimente y con la que has tenido que lidiar una batalla campal por los páramos de castilla y parís y el mundo entero para terminar aquí con eso. Pero todavía no ha llegado ese momento. Y esos amigos que llevan meses sin verte que no saben nada de ti porque no les haces ni puto caso porque piensas un momento en ellos antes de irte a dormir, pero cuando te levantas ya no estás pensando en ellos y no les llamas y no les haces ni caso y el tiempo pasa y todo se agrieta tu cara se agrieta y con ella tu alma y tu cabeza por pura insistencia acaba produciendo algo que vale la pena, aunque sólo un poco aunque sólo para comprar unas cervezas y algo de comer. Y el niño que yo era borrachín y malcriado y que tenía que ir siempre demasiado pronto a casa está en mi imaginación borracho cruzando por el barrio de los gitanos que no quieren verle ni en pintura que le llaman que le dicen ven pero él no va y sigue andando con la cabeza alta y la mirada al frente pero muerto de miedo con el pecho fuera intentando sacar el poco pecho que tiene y sigue caminando y hace como que no oye con los cascos y los gitanos parecen cansados y aburridos y le dejan en paz y el niño sale de ahí, cruza los árboles y la Avenida de Salamanca se abre ante sus ojos y se da cuenta de que sigue borracho y demasiado cerca de su casa y se ríe histérico y respira tranquilo porque se ha librado de los gitanos otra vez porque podría pasar por otros sitio pero no lo hace porque ya os he dicho que es demasiado orgulloso y altivo que nunca le han pegado un buen puño y hasta que no se lo peguen no se va a quedar a gusto así que camina y piensa en su vida y en las clases y en los exámenes y en la dificultad tan grande que tiene para concentrarse y entra en casa con cuidado pero su padre está en la mesa contestando correos y su madre está en la cama viendo la tele y el disimula todo lo que puede y se lava los dientes con saña y se mete en la habitación y trata de dormirse aunque su mundo se tambalee y el caos se instaure una noche más en su mente precoz y luego pase para dar unos golpes a su corazón ingenuo y cuando ya se encuentra su cuerpo totalmente abatido y su alma totalmente derrotada, por fin, se duerme.

Daniel Alonso Viña
1.2.21