En la luna surgieron
Todos los poemas
Que dijeron que te quería.

dos

Sentados a la mesa, juntos pero solitarios. Sentados a la mesa, uno frente al otro, pero los dos tan brutalmente separados, por una barrera de hielo que se deshace con el calor de tu mirada. Pero no me miras, no me dices nada, mientras yo observo el movimiento de tu mano al escribir en tu teléfono, la pequeña transformación de la comisura de tus labios cuando alguien te envía un mensaje gracioso. Tus ojos se encienden y se vuelven a apagar cuando ves que te estoy mirando. Una momentánea sospecha se cierne sobre tu rostro. Yo ya lo sé, yo lo sé todo, pero me divierto viendo los pequeños trucos que utilizas para ocultarlo. No me miras, no consigo que me mires, no consigo que veas mis ojos en los tuyos, quiero estudiar tu mirada, analizar cada rasgo de tu rostro para comprobar que todavía queda algo vivo en tu corazón que me haga quererte. Quiero saber que no estas muertas por dentro, que tu alma tiene salvación, que existe ese recóndito y misterioso lugar dentro de ti. Todo está mal, mi vida está mal, mis ingresos están mal, mi rodilla está mal, mis intestinos están mal. Todo está mal. En el mundo de los mortales el alma no sirve para nada. China y Estados Unidos van a hundir el mundo en una suerte de catástrofe planetaria de consecuencias impredecibles. La irracionalidad gobierna los actos humanos. Tenemos todo el conocimiento y no lo utilizamos para nada, conocemos el mejor modo de hacer las cosas y lo ignoramos, con la excusa de que nuestra realidad inventada es más compleja que los principios teóricos y observables que nos gobiernan. La realidad no es compleja, los hombres son demasiado estúpidos como para comprender la simpleza de todo lo que les rodea. Se recrean y gozan de la complejidad, de las cosas invisibles, de las excusas inventadas para explicar mediante espirales mentales cosas que van en línea recta. Mentirse a uno mismo es el arte que cada uno cultiva en el seno de su imaginación. Las excusas son al ser humano lo que la caza es al león, su medio de supervivencia. Es el medio de supervivencia de la mente racional.

Traté entonces de atrapar en ese abrazo toda la fuerza de aquella mujer. Intenté respirar su aroma y robarla sus pensamientos de forma suave y sencilla, sin abandonar nunca la cruda realidad: que ella estaba muy lejos de aquí, aunque nuestros cuerpos se hallarán en contacto. Que nuestras existencias jugaban el partido en campos diferentes. Quizás aquellos campos estaban uno pegado al otro, como las dos caras de una moneda. Como en un plano cuando una línea atraviesa el espacio y lo separa en dos. Así estábamos nosotros, sintiéndonos, pero sin poder conectar de ninguna forma definitiva. Paso el tiempo, y no conseguí atravesar esa malla de acero que nos separaba e impedía alcanzar aquella anhelada conexión. ¿Por qué me entraba miedo cada vez que la veía? No lo sé, creo que mi temor era no conseguir estar nunca a su altura, no ser el hombre que yo la había hecho creer que era. Ese miedo se reproducía y me traicionaba con cada movimiento y cada palabra que escupía mi mente ensordecedora. Los dos representábamos nuestro papel y los dos intentábamos, a nuestra manera, hacer ver al otro de formas extrañas y enrevesadas lo que sentíamos, pero ninguno se atrevía a dar el paso. La duda me atacaba con cada uno de sus gestos, era incapaz de descifrar su mirada, mi instinto estaba embotado por esa tensión que se palpaba en el ambiente cada vez que estábamos juntos. Había una batalla abierta en un terreno extra físico al que no podía acceder, una pulsión en nuestros corazones, una verdad luchando por salir de nuestra médula, que ambos habíamos aprendido a reprimir con vehemencia. Aquello era una lucha de esgrima, una batalla campal, una guerra de las galaxias, en la que la contingencia necesaria para asestar los mejores golpes se juntaba con el impulso creador, inevitable, agresivo, que trataba de salir de su jaula de metal y que no se preocupaba de nada.

El amor siempre gana, menos cuando dos brutos no saben cómo amarse. Sin duda yo era el bruto y ella era mi maldición.

Daniel Alonso Viña
15.10.2020