Antes de morir
quiero ser
un tronco de madera
flotando en el río.

Daniel

Estaba caminando por el bosque cuando encontré una explanada limpia, sucia, y brillante. En ella un caballo blanco se recostaba tranquilo, sin comprender muy bien las razones de su existencia.

—Quiero ser el caballo más bonito —decía el caballo.

—Entonces debes tener plena confianza en ti mismo—le decía yo. No puedes estar todo el día tirado en el césped, dejando a tus músculos descansar, engordar, mientras pierden poco a poco su forma sublime.

—Pero mis músculos ya no pueden más, señor —me decía él.

—Entonces déjame ponerte estas espuelas y está montura, y cabalguemos juntos, pues yo me encargaré de motivar a tu cuerpo para que ande, y tú solo debes apagar tu mente para que calle.

Así el caballo me dejó ponerle la montura y las espuelas.

—Cabalguemos juntos durante un rato por el terreno verde y terso de la ladera.

Cuando ya no le quedaban fuerzas, cuando no podía echar ni un soplo de aire y su cuerpo se arrastraba de rodillas, yo seguí picando su estómago con el tacón de mi bota.

—¡Sigue!, le gritaba, miserable ser del infierno, ¡sigue cabalgando! Pero el caballo no podía más, y se cayó al suelo. Estaba a punto de morir. Entonces me baje de su lomo, y el animal quedó tirado sobre la hierba, sediento, hambriento, relinchando mientras buscaba con su mirada la mía. Yo le mire a los ojos, le di un beso en la frente, y me marché de allí, sabiendo que aquel caballo blanco no volvería a levantarse. FIN

Daniel Alonso Viña